lunes, 19 de diciembre de 2011

XXXVII


     Puente de Triana, en torno a las once de la mañana. Una etérea figura
pasa junto al faro, se santigua mirando en dirección a la capillita del
Carmen y emprende el camino de ida a Sevilla.
     Sesenta años, altura mediana, complexión finísima, casi esquelética, de
cuarenta y pico quilos, pelo negro lacio peinado hacia atrás, entradas,
frente despejada, rostro enjuto, pómulos marcados, mandíbula estrecha,
dentadura prominente, pilosidad abundante, uña de dedo meñique larga y
afilada, posiblemente de etnia gitana.
     A pesar de sus rasgos exagerados, la cualidad que más destaca de su
persona es la elegancia, hasta el punto de que esa complexión anoréxica se
acaba traduciendo en esquematismo minimalista, tan en boga en las pasarelas
femeninas. Esa elegancia la adquiere, aparte de su porte estudiado de dandi
antiguo, por su atuendo cuidadosamente seleccionado. Ninguna de sus prendas
se diría que tiene menos de veinte años, si no fuera porque en ellas no se
atisba la más mínima señal de desgaste o raimiento. En su corte, en sus
colores y en sus modos de vestirlas él sigue prolongando la misma línea desde
hace décadas, probablemente desde la época en la que era un dandi de verdad y
no una caricatura lejana.
     Siempre gafas oscuras. Camisa negra, corbata negra, muy corta, con lunares
blancos muy finos, pisacorbata de plata de la Virgen del Carmen. Cinturón
de hebilla plateada y zapatos de piel a juego, estos últimos de punta.
Pantalón de pinzas fino, de corte rectilíneo, también negro. Si es invierno
añade una chaqueta de cuero de fino corte.
     Camisa y pantalones marrón oscuro. la camisa de seda, pero sin vuelo
alguno, el pantalón de tergal. Cinturón marrón de piel y hebilla dorada,
imitación de cocodrilo, zapatos a juego. Corbata a rayas diagonales de
distintos tonos de marrón oscuro, pisacorbata de oro con el escudo de la
Estrella. En invierno añade chaqueta de ante marrón.
     Camisa azul marino, corbata del mismo color pero en un tono más oscuro,
pisacorbata plateado con la efigie de la Virgen del Rocío. Pantalones de
pinzas a juego con la camisa, cinturón y zapatos negros. En invierno añade
chaqueta de ante color antracita.
     Pantalón burdeos, la raya marcada. Cinturón y zapatos marrón oscuro, la
hebilla dorada. Camisa granate, corbata color borgoña, pisacorbata de oro
con el ancla y los escudos de la Esperanza de Triana. En invierno añade
chalequillo y americana a juego con el pantalón.
     Camisa color crema, corbata marrón claro, pisacorbata de carey con el
emblema de la O, pantalones marrón oscuro, cinturón marrón de hebilla color
ambar, y zapatos marrones de rejilla. Si es invierno añade chaqueta de cuero
marrón.
     Pantalón gris oscuro, zapatos negros, cinturón negro de hebilla plateada.
Camisa de seda, gris perla, corbata gris lisa, con pisacorbata azabache y
el escudo del águila bicéfala de la hermandad del Cachorro. Si es invierno
añade americana de alpaca gris con faldones.
     Su andar es recto y prosódico, la oscilación de su tronco templada, la
manera de coger el cigarro delicada, su mirada perdida en la lejanía...
Avanza con pasos cortos sobre la lámina férrea del Puente, sin esquivar a
persona alguna, como si su característica estampa fuese estandarte que le
abre paso entre el gentío. Al llegar al Paseo de Colón se para en el semáforo;
no demuestra prisa, pero tampoco se dilata en reanudar la marcha cuando se
pone en verde. Sigue avanzando, enfila por Reyes Católicos, la espadaña de
la Magdalena al fondo, la gente que camina apresurada, su figura que se
esconde y reaparece entre la multitud, que se vuelve a esconder, que tarda
en reaparecer, que acaba por ser engullida hasta que la hora del almuerzo la
vea reaparecer en su camino de retorno.

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