sábado, 5 de noviembre de 2011

VI

     Has estado durmiendo en los bancos de este jardín de aquí al lado, te
has levantado confuso, con el pie izquierdo torcido, con la mala leche en la
sangre, has venido hasta aquí me has insultado y le has tirado a mi caballo el
cartón de bric casi vacío que al estrellarse ha dejado escapar unos chorreones
de vino tal si fueran sangre del animal, y este vino ha ido resbalando pezuña
abajo primero, por el pedestal después, hasta llegar a las grietas del suelo
por el que se ha filtrado, como si fuese una libación para los muertos, pero
tú dices que no hay muertos y yo te digo que sí que hay muertos, que en este
jardín donde has estado durmiendo estuvo un tiempo el quemadero de la
Inquisición, y que a este aire que respiras ahora han ido a parar los últimos
vahídos de los martirizados por el Santo Oficio, y que bajo este suelo
reposan decenas de miles de cadáveres, los de toda una ciudad que aquí tuvo su
primer cementerio, un verde prado llamado de San Sebastián. Siglos y siglos de
muerte apelmazada y reurbanizada, de aislamiento más allá  del exiguo cauce
del Tagarete, soterrado como un cadáver más, de Ferias de Abril cuya generosa
libación compensó el sacrilegio de bailar sobre los muertos. Oh sí, ya lo
creo que hay cadáveres, y si tu cuerpo reposara aquí para siempre, y no como
en una siesta a deshora, no podría quejarse por falta de compañía. A lo mejor
para eso viene aquel que se acerca dando tumbos, quizás sea el guardián de
este gran cementerio camuflado y te confunda con un muerto que se ha escapado
de su tumba y pretenda volver a meterte bajo el espeso manto de la tierra,
tú miras a un lado y a otro, pasa un coche, pero como si no pasase, no hay
nadie a la vista, no cabe duda de que viene a por ti, ¿qué vas a hacer? ¿No
sabes lo que tienes que hacer? ¡Mátalo, mátalo! Cuanto más tiempo lo pienses
menos tendrás para reaccionar, piensas en huir, y para recibir mi aprobación
alzas tus ojos a mí, pero mi caballo marca un paso marcial, y yo levanto
briosamente mi lanza al viento, como Campi Doctor, como Mio Sidi, y me
dispongo a defenderte como súbdito de mi aliado Motamid, venga, no te eches
atrás, él no podrá  contigo, tú eres fuerte, tú tienes valor, tú me tienes a
mí y a mi caballo tras de ti, para apoyarte, y tú bajas de la isleta, y
empiezas a cruzar en diagonal, y  él te mira sonriendo, pero no tiene dientes
sólo encías negras, parece querer decirte no se qué de que le prestes algo
pero tú sabes que eso es sólo un pretexto para distraerte y darte el
primer golpe, pero tú lo agarras por la ropa, él intenta resistirse, pero
está  borracho, empieza a gritar, a insultarte, y mientras lo tienes agarrado
con la mano izquierda echas mano con la derecha al cuchillo y él se queda
mudo, intentando gritar pero sin que le salga la voz, sus ojos están llenos de
lágrimas, por la pernera de su pantalón también se escapa un reguero de
líquido, tú lanzas una cuchillada que le da en la sien, pero no se clava,
porque se ha topado con el cráneo aunque le ha hecho una buena brecha, y
ahora sí le sale el grito, y vuelves  a dar otra cuchillada pero al aire,
es difícil, porque con la izquierda lo agarras para que no se te escape,
y lanzas la tercera cuchillada, y le dá  en el carrillo, y la cuarta que le da
en el ojo que se le vacía, y la quinta en la frente, no haces más que darle
cuchilladas, pero ninguna certera, la sexta en el pecho pero sin profundidad,
la séptima en el hombro, y ahora en el brazo, y ahora en el pómulo, y ahora
en la barbilla, tiras el cuchillo al suelo, lo agarras con las dos manos, le
das un puñetazo tras otro, se te cae la baba mientras lo golpeas, te duelen
las manos pero lo golpeas, él se ha agachado a intentar coger el cuchillo
pero tú le has dado una patada en la boca que le ha hecho rodar y ahora
eres tú el que se agacha para recoger el cuchillo y él sale andando, parece
que se te va escapar, ha terminado de cruzar, y ha llegado hasta la baranda
del foso de la Fábrica de Tabacos y cuando se ha girado te ha visto encima de
él, y le has dado una puñalada en el estómago, y otra, y otra, y le ha salido
mucha sangre, y se ha puesto de cuclillas porque no aguanta el dolor, y tú
lo has agarrado por los pelos para levantarlo, dice por favor, por favor,
por favor, pero tú no dejas que te engañe, y le agarras una pierna con
fuerza y la levantas en el aire, y él pierde el equilibrio hacia atrás y cae
al foso tras un golpe duro. Me asomo y lo veo descoyuntado y sangrando por
varias partes de su cuerpo, todavía se mueve, aún hace de vez en cuando
algún movimiento de la pierna o del brazo, pero pronto se queda quieto, es
posible que no haya muerto, pero ya está  tan agonizante que no podrá  pedir
ayuda y nadie lo verá  ahí abajo, y se morirá  lentamente, así que puedo irme
tranquilo porque no sobrevivirá.

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